El vínculo entre el arte infantil y Jackson Pollock revela un fascinante paralelismo en la espontaneidad y la expresión sin filtros que caracterizan tanto las creaciones de los niños como las obras maestras de Pollock. Este paralelismo no se basa en la simplificación de las técnicas de Pollock a meras "manchas" de pintura, sino en la apreciación profunda de la libertad creativa y la autenticidad expresiva que ambos comparten.
Pollock, con su revolucionaria técnica de "dripping", liberó la pintura de las restricciones del pincel y el lienzo, permitiendo que la pintura fluyera de manera libre y directa, capturando el movimiento y la energía del momento. De manera similar, el arte infantil se caracteriza por su espontaneidad y su desinhibición, donde los trazos, colores y formas nacen de impulsos intuitivos, sin la intervención de reglas artísticas preconcebidas o la búsqueda de representaciones realistas.
La obra de Pollock puede verse como una reivindicación de la importancia de este enfoque intuitivo y experimental hacia la creación artística, valores que son intrínsecamente naturales en los niños. Los pequeños artistas, al igual que Pollock, se sumergen en un proceso de exploración y descubrimiento, donde el acto de crear es en sí mismo un fin, más allá de las preocupaciones por el resultado final o la interpretación de sus obras.
Además, tanto en el arte infantil como en las obras de Pollock, observamos una comunicación directa de emociones y experiencias internas. Los niños, a través de sus dibujos y pinturas, expresan sus pensamientos, sueños, miedos y alegrías con una honestidad desarmante. Pollock, de manera análoga, utilizó la pintura como un medio para canalizar su vida emocional y psicológica, traduciendo sus sentimientos más profundos en lienzos vibrantes y dinámicos.