¿Te has preguntado qué revela sobre el arte infantil el acto de borrar?

 Había una vez, en un pequeño taller de arte lleno de colores y risas, una niña que se destacaba entre los demás. Mientras sus amigos dibujaban con alegría, ella se detenía a menudo, mirando su obra con una pequeña arruga en la frente. Con cada trazo que no le gustaba, tomaba su goma de borrar y lo hacía desaparecer.

Un día, el maestro del taller, un señor de cabellos canosos y ojos brillantes, decidió hacer algo diferente. "Hoy," anunció con una sonrisa, "vamos a dibujar sin borrar nada. Cada línea será parte de nuestra historia." La niña lo miró sorprendida, su goma de borrar aún en la mano.

Al principio, se sentía extraña dejando sus 'errores' en el papel, pero poco a poco, algo mágico sucedió. Cada trazo 'equivocado' empezó a tomar forma, convirtiéndose en partes esenciales de sus dibujos. Los árboles torcidos se transformaron en casas de fantasía, y las líneas temblorosas se convirtieron en ríos serpenteantes.

El maestro observaba, su sonrisa creciendo más amplia con cada cambio. "Ves," le dijo a la niña, "cada línea que dibujas es una parte de ti. Cuando no borras, dejas que tu corazón hable."

Desde aquel día, la niña empezó a ver el arte de una manera nueva. Ya no temía a los errores, porque cada uno era un paso en su camino creativo. Aprendió que en el arte, al igual que en la vida, la perfección no es lo que nos hace especiales, sino nuestra capacidad de aceptar y celebrar nuestras imperfecciones.

Y así, en ese pequeño taller de arte, la niña y sus amigos continuaron pintando, cada uno contando su propia historia única, sin borrar ni una sola línea.



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