La gestualidad de Hans Hartung

Pintura de Hans Hartung

En una interesante clase teórica de dibujo en la facultad de Bellas Artes, en la cual se proyectaron diapositivas de dibujos correspondientes a varias épocas y realizados con diversos procedimientos y materiales, el profesor mostró la imagen de un dibujo semejante a un torbellino o madeja realizada con trazos ininterrumpidos de lápiz. Acto seguido, lanzó una pregunta al aire en torno a la posible autoría de la desconcertante obra.

Las opiniones de la clase se dividieron instantáneamente: nadie fue capaz de determinar con seguridad si nos encontrábamos frente a una obra infantil, una de esas pinturas espontáneas realizadas sobre la puerta de un
servicio público o, tal vez, frente a la creación genial de un artista consagrado.

La obra en cuestión resultó pertenecer a Hans Hartung, y su factura, definida por la extraordinaria fluidez de aquella forma no figurativa, inquietó durante bastante tiempo al atónito alumnado.

La enseñanza occidental tradicional en los talleres, escuelas o facultades de Bellas Artes, ha orientado, históricamente, la práctica del dibujo por unos caminos muy distintos a los que generan una expresión lineal semejante a la descrita. Sin duda, el peso de los siglos todavía está presente a la hora de determinar la forma «correcta» que debe darse a la representación. De hecho, no resulta difícil comprobar cómo en el inconsciente colectivo de la inmensa mayoría de espectadores de arte pueden percibirse, aún hoy, ecos de un añorado realismo que, no pocas veces, ha abandonado la esencia de las cosas para reflejar únicamente su literalidad superficial.

Pilar Marco Tello e Inés Ortega Cubero

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